Con la
tranquilidad que da la puesta de sol, observo como una corriente de pensamientos
quiere abrirse paso a través de mis ojos, una libélula distrae mi atención y el
aleteo de dos golondrinas hacen que mí
vista pasee con ellas. Por un momento mi mirada queda fija en los limpios
cristales de la casa de enfrente, mientras mi perra ladra al ruido de un coche
que pasa lejano. No hay viento, no hay calor ni frío, solamente paz y sosiego.
Por un instante el cantar de un grillo me alerta, para un momento después
volverme a sumir en una calma consciente. Vuelvo a levantar mis ojos y la
libélula sigue revoloteando, al tiempo que mi perra con sus lametones intenta
apartarme de mi momento de quietud. Las pocas nubes se tiñen de naranja, los
limpios cristales se oscurecen y un estornudo inevitable anuncia el inminente
final del relato. M.J
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