jueves, 21 de junio de 2012

Bosquejos

Todos los días a la misma hora, dejaba las botas relucientes como el azabache, delante de su puerta.
El coqueteo duró hasta que terminó la guerra.

El mismo día en que las nubes descargaron sobre la ciudad, sus ojos como miel compacta se derritieron de alegría. ¿Quién dijo que las lágrimas eran saladas?.

Como un pecio perdido en el océano así estaba su corazón. Como un buceador avezado buscó las coordenadas y lo reflotó.

¡Cógelo!, le dijo, aquí tienes mi secreto.Un espejo para los días brumosos.

El tostado de su piel se confundía con el aroma que desprendía la rama de canela. Mirando al sol desafiaba a sus rayos.

Rendido la miró a los ojos, en ese momento comprendió que ella jamás le revelaría el antídoto. ¡Casanova había muerto!.

Todos bailaban a ritmo de mambo, ellos sin embargo prefirieron el sensual y cadencioso tango para expresar su ardorosa y anecdótica pasión.

Desde la escalerilla del  barco, giró para despedirse, con una ojeada escrupulosamente rápida, descubrió por fin que ese otoño los árboles no se quedarían sin hojas.




1 comentario:

  1. Me encanta lo del "espejo para los días brumosos".
    Todo, en general. Estupendo M.J.

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