Hace dos noches tuve un sueño horrible, el madroño del jardín se había secado, y de él no quedaban sino cuatro troncos marchitos en el suelo. El presagio de una tragedia se cernía sobre mí. ¿Cómo podía estar sucediéndome eso, si dos días antes lo había estado limpiando de hojas secas y la cáscara suelta del tronco pedía que la arrancara?
Me había sentido tan satisfecha cuidándolo y mirando lo que había prosperado en estos últimos doce años. Y ahora ¿Por qué tenía que secarse? No te preocupes me decía, ya plantarás otro, es sólo un árbol-. ¡No no es sólo un árbol , gritaba mi inconsciente desesperado. ¡Es mi árbol! ¡Es mi madroño! Yo lo planté. Es una especie protegida. Tuve que pedir un permiso para hacerme con él.
Ha sobrevivido a embates muy gordos. Vientos y agua lo han vapuleado y yo he estado allí para ayudarlo. Resistió una tormenta tropical, mientras que a otro árbol, mucho más fuerte en apariencia, lo arrancaba de cuajo la condenada tormenta. Empapada en sudor me desperté y aliviada descubrí que solamente había sido una maldita pesadilla.
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Me levanté al día siguiente y descalza corrí al jardín. El madroño seguía allí. Lo observé detenidamente. Las profundas cicatrices que tenía en su todavía pequeño pero grueso tronco me dieron lástima. Pero para el sitio en el que había sido plantado había resistido bastante bien y sus ramas lucían armoniosas.
Después de la pesadilla, donde mi árbol moría, las cosas empezaron a cambiar sutilmente.
Las cosas cotidianas que tanto me habían abrumado últimamente empezaron a tomar otro cariz. ¿Quizás se cerraba un ciclo y se habría otro? ¿Sería que la muerte de mi árbol fuera otro tipo de muerte? ¿Quién lo puede saber?. La vida está llena de percepciones extrañas. Yo cuando planté mi árbol, lo hice con una motivación muy clara, el momento era muy especial en mi existencia, y la especie no fue elegida al azar. Madroño significaba una infancia peninsular, mi padre, y ahora era ese árbol representaba toda mi madurez representada en sus raíces, sus ramas y su altura. Verlo crecer, era ver mi fuerza, mis ganancias y mis errores. Fué plantada en un pedacito de tierra que solamente me pertenecía a mi. Asi que mientras escribo sobre mi madroño sigue, el ventilador en la ventana. En el exterior cuarenta grados. Las montañas con una ligera calima y yo con una Coca-cola en mi mesa.
M.J
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